Beato Paolo Manna, el despertador misionero
- On 16 de enero de 2024
Paolo era un joven humilde del sur de Italia, que desde muy pronto se sintió llamado a ser misionero. Con 22 años, recién ordenado sacerdote, se fue a Birmania (hoy este país se llama Myanmar), donde “plantó” la Iglesia entre la tribu de los ghekkú; pero se puso enfermo y tuvo que regresar a Italia. Al principio lo pasó mal, porque le hubiera gustado quedarse para siempre en la misión, pero luego descubrió que, aunque ya no pudiera seguir allí, desde Italia podía hacer mucho para ayudar a que Jesús siguiera siendo conocido en todo el mundo.
El padre Manna se dio cuenta de que a los cristianos de su época no les importaba demasiado lo que estaba ocurriendo en las misiones. Antes, en el siglo XIX, todo el mundo ayudaba, con la oración o con dinero, a que siguieran adelante, y, gracias a eso, muchos misioneros pudieron ir a evangelizar distintos países de África y Asia. Sin embargo, a principios del siglo XX, cuando las misiones más lo necesitaban, los creyentes les estaban dando la espalda, y el padre Manna no lograba entender por qué; antes todos parecían ser amigos de los misioneros y ahora les abandonaban.
¿No te recuerda un poco a lo que nos pasa hoy? Aunque nos lo pidió Jesús, “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”, nos hemos vuelto un poco egoístas, y ya no nos preocupa tanto que muchas personas no hayan oído nunca hablar de Él.
Es lo que el padre Manna descubrió al regresar a Italia. Por eso él que había sido misionero en Birmania durante 10 años iba a convertirse en el “despertador misionero” de los adormilados, de los que se habían olvidado de las misiones. Y eso a veces resultaba un poco molesto, porque ¿a quién le gusta que suene el despertador cuan- do está dormido? Pero era urgente levantarse para ir a trabajar, aquí o allí, por las misiones. Comenzó a escribir sin parar, sobre todo en una revista llamada “Las misiones católicas”, que él dirigía. Se dio cuenta de que eso funcionaba estupendamente como “despertador”. Al leer sus escritos, la gente se sacudía el sueño, como tú, cuando te llaman para ir al cole.
El padre Manna quería despertar primero a los sacerdotes, porque ellos eran los que mejor podían contagiar la fe, y no solo en el templo, sino en todo el mundo. Para esto, fundó con la ayuda del obispo san Guido María Conforti, la “Unión Misional del Clero” (hoy se llama “Pontificia” Unión Misional, porque al Papa le gustó tanto la idea que quiso dejar claro que él mismo se la recomendaba a todos). Y… ¡lo consiguió!: la gente, de la mano de los sacerdotes, volvió poco a poco a entusiasmarse con las misiones.
Era como si el padre Manna hubiera tirado la piedra del interés por las misiones en un lago y se hubieran formado círculos concéntricos: primero, para “despertar” a los sacerdotes; luego, a los consagrados; y, finalmente, a todos los bautizados. De hecho, él tenía una especie de lema que lo explica perfectamente: “Toda la Iglesia para todo el mundo”. Nadie puede “pasar” de la misión, porque sería como pasar de lo que Jesús nos pidió. Nadie debería apagar el “despertador misionero”, porque sería como darte la vuelta en la cama y seguir durmiendo cuando tienes que levantarte. Eso estaría feo ¿no?
Paolo Manna murió en Nápoles en 1952. La Iglesia reconoció su dedicación a que Jesús fuera conocido por todos y lo beatificó en 2001. Ahora este inquieto misionero “de vanguardia y de retaguardia” puede descansar en el cielo, pero recuerda que él dejó sonando el “despertador misionero”, para que ni tú ni yo nos quedemos dormidos.