Experiencia de Dios, misión y ofrecimiento
- On 14 de diciembre de 2023
OMPRESS-MADRID (14-12-23) Ayer por la tarde tenía lugar en la Universidad Eclesiástica San Dámaso la mesa redonda “Oración en la misión”, en la que dos misioneros y una enferma misionera ilustraron lo que significa la vida interior y la oración como fundamentos de todo anuncio del mensaje de Jesús.
Se trata de uno de los actos de referencia que jalonan el curso de la Cátedra de Misionología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, y que se centrarán en la oración y el ofrecimiento, siguiendo la petición del Papa Francisco de que el año 2024 sea un especial año de oración, como preparación al Jubileo del 2025.
El primero en intervenir en esta mesa redonda, moderada por el Director Nacional de la Obras Misionales Pontificias, José María Calderón, fue el sacerdote misionero Alberto Íñigo Ruano. Misionero en Brasil durante siete años, este sacerdote de Getafe habló sobre cuánto ha recibido de la fe de todos aquellos a los que se encontró en la misión. Su destino fue la diócesis de Bacabal, en el estado brasileño del Maranhão, una de las zonas más pobres de Brasil. Tras pasar un año aprendiendo el idioma y rezando, descubrió la sencillez y la profundidad de la oración de la gente. Con medio centenar de comunidades y capillas rodeando tanto la primera como la segunda parroquia que le fueron encomendadas, descubrió cómo valoraban la Eucaristía. De hecho, parte de su labor fue literalmente abrir sagrarios en cada una de estas comunidades, tras la oportuna preparación catequética, y cómo se unían todas las comunidades en adoración ante el Santísimo los jueves por la tarde. Una verdadera experiencia de Dios, en la que el padre Alberto sintió que recibía mucho más de cuanto el daba. Y todo ello sin dejar de lado, como manifestó en una pregunta posterior, las duras situaciones que se vivían en la misión, en las que a veces se corre riesgo de perder la vida.
Por su parte, la madre María Luisa López, religiosa de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, habló de sus 52 años de misión en Japón. Cómo llegó jovencita al país del Sol Naciente, que es, según sus palabras, el paradigma de la misión ad gentes, puesto que allí no se va a dar otra cosa que a Dios. Su propia experiencia fue un morir y resucitar desde el primer momento de llegar a la misión. Llegó a Japón el Viernes Santo de 1961 y el Día de Pascua asistió al bautismo de adultos –el primero al que asistía– del que quedó profundamente impactada. La seriedad y el compromiso de los católicos japoneses siempre le han impresionado. Explicó que hay muchos evangelizados en Japón, aunque pocos bautizados, y es que es muy difícil romper con las costumbres y usos de una sociedad como la japonesa y declararse cristiano. Recordó que San Francisco Javier vivió muy poco en Japón y murió fuera de él y, a pesar de los problemas de idioma y culturales, el santo misionero logró dejar la semilla del Evangelio en las almas de tantos japoneses que estuvieron dispuestos a dar la vida antes que renunciar a la fe. La oración y el saber dar un paso atrás, para dejar el lugar a otro, forman parte de la vida de todo misionero.
La tercera en intervenir fue Reyes Durán González-Meneses, enferma, misionera aquí y desde aquí. Reyes relató las graves dificultades que diversas enfermedades habían supuesto tanto para su familia como para ella. Fue en un viaje a Lourdes donde conoció Enfermos Misioneros, la unión de personas que ofrecen sus alegrías y tristezas, sus días buenos y malos por la evangelización del mundo, por la misión y los misioneros. En su propia experiencia reconoció que ser enferma misionera le habría la mundo y con profunda convicción señaló que Dios siempre saca bien del mal, y será junto a Él cuando sabremos por qué permite tantas cosas. Con sencillez y claridad expresó lo que significaba para ella la experiencia de Dios.