Fe viva y ganas de aprovechar la vida a pesar de todo
- On 26 de octubre de 2023
OMPRESS-OVIEDO (26-10-23) La Delegación de Misiones de Oviedo comparte la experiencia de Emma y Miryam Ortega Abril que han vivido un “Verano misionero” en Honduras, acompañando al misionero asturiano Alfonso Pombo. Una experiencia que les ha permitido la realidad dura que viven tantas personas en el país centroamericano, pero también su fe y su resiliencia.
“Somos Emma y Miryam Ortega Abril, dos hermanas conquenses que residimos en Oviedo desde el año 2010, año en el que nos mudamos a esta tierra asturiana para continuar los estudios. Actualmente nos dedicamos a la docencia: somos profesoras de inglés de enseñanza secundaria, una imparte clases en el Centro de Adultos del Suroccidente (Tineo) y la otra desarrolla su labor docente en el IES Cuenca del Nalón (La Felguera).
Este verano 2023 decidimos dedicar un mes de vacaciones para visitar a nuestro amigo mierense Alfonso Pombo, misionero laico en Honduras, y experimentar de primera mano cómo se vive allí. La experiencia fue muy enriquecedora.
Lo que descubrimos es que Honduras es uno de los países más violentos de Centroamérica. La gente con la que compartimos ese mes de verano se enfrenta con frecuencia a problemas como el suicidio, el alcoholismo y las drogas, el narcotráfico con las maras y la corrupción, y las agresiones sexuales especialmente en niños y adolescentes.
Nuestra labor allí se centró principalmente en acompañar y ayudar a un grupo de jóvenes que vivían en una residencia de estudiantes en Marcala, en el departamento de La Paz. La mayoría de ellos eran estudiantes de Educación Secundaria y Bachillerato que acudían a la escuela pública. Algunos también estaban preparando la prueba de acceso a la universidad.
Durante las clases que compartíamos con ellos, así como en las distintas tareas del hogar y en los momentos de oración que teníamos durante la mañana y la noche, los residentes nos dieron a conocer las vidas tan duras y difíciles de sus familias: falta de recursos económicos, asesinatos y secuestros de familiares, violaciones dentro de la familia, el poco apoyo que les dan algunas comunidades cuando saben que se van a estudiar lejos de casa (llegando a temer por sus vidas si volvían a la comunidad debido a la envidia), etc. Pese a todo, cabe destacar en ellos su gran resiliencia, sus ganas de aprovechar la vida y las oportunidades al máximo, su fe viva y su empeño y constancia por aprender y educarse para optar a un buen futuro, dejando a un lado todas estas dificultades.
También tuvimos la suerte de conocer muy de cerca otras comunidades próximas a Marcala que atendía nuestro amigo Alfonso: El Rifle, Los Patios, Buenavista y La Pacaya. En todos ellos había escuelas con diferentes niveles educativos, desde pre-kinder o infantil hasta Bachillerato, teniendo también en alguna de ellas aulas para alumnado con necesidades especiales y estimulación temprana. Muchos de estos centros, así como la residencia de estudiantes, pertenecen a la asociación ACOES, una asociación fundada hace más de treinta años cuyo objetivo principal es facilitar el acceso a la educación a los hondureños y hondureñas.
Conviviendo con las personas de estas comunidades descubrimos la sencillez de sus vidas y los obstáculos con los que lidiaban diariamente: la falta de agua en las escuelas, las largas distancias para acudir al colegio, la escasez de alimentos, la incertidumbre de no saber si regresarían a casa con vida esa noche debido a la violencia en la calle, la ausencia de personas adultas en la mayoría de las familias que puedan acompañar y aconsejar a los niños y jóvenes, etc. Y aún con estas contrariedades, todos ellos sonreían y te daban lo poco que tenían: te invitaban a una taza de café al llegar a su casa, te ofrecían la silla donde se sentaban ellos y empezaban a prepararte unas tortillas de maíz para comer. En pocas palabras te abrían las puertas de su casa y de su corazón, haciéndonos sentir unas hondureñas más”.