Ha sido realmente hermoso ver nacer la Iglesia

Ha sido realmente hermoso ver nacer la Iglesia

  • On 5 de julio de 2023

OMPRESS-ASTURIAS (5-07-23) Es el último misionero asturiano en Benín de toda una saga. Se llama Antonio Herrero, y la semana pasada volvía de este país africano, donde desde 1986 la Iglesia asturiana mantenía una especial vinculación, primero en Bembereké y, después, en Gamia, al norte de este país africano, en una zona de mayoría musulmana. Ahora, “cumplida la misión” la labor ha pasado a manos beninesas.

Como explican desde la Archidiócesis de Oviedo, llegó el momento de dejar todo el trabajo realizado a lo largo de los años en manos del clero y los laicos de la zona. Ya lo había manifestado el arzobispo, Mons. Jesús Sanz, que visitó la misión el pasado mes de febrero, donde bendijo el recién construido templo de San Francisco levantado gracias a la colaboración de los asturianos. En la celebración del Día de la Misión Diocesana de año pasado, Mons. Sanz escribía en una carta en la que expresaba su deseo de no “perder esa dimensión misionera de nuestra diócesis, y querríamos tener una presencia en Latinoamérica, donde habría más facilidad para que sacerdotes, jóvenes y laicos puedan formar parte de esta experiencia”.

Después de trece años de servicio a la Iglesia en Benín, Antonio Herrero regresa a su diócesis natal, donde a partir del mes de septiembre se hará cargo como párroco de la UP de Teverga y será, además, el nuevo Delegado Episcopal del Clero, informan desde la archidiócesis asturiana. El pasado domingo tenía lugar una gran eucaristía de despedida, pero también de acción de gracias, “con la alegría con la que lo saben vivir ellos»” en la que Antonio Herrero decía adiós a los que habían sido sus fieles, durante tantos años. “Yo quise ir avisando con tiempo, sobre todo para poder preparar a los que iban a venir después de mí. Me hubiera gustado marchar discretamente, pero la gente quiere celebrar, y aunque me han dicho que me van a echar de menos y sea realmente difícil vivir estos momentos, ellos quisieron tener la fiesta y así se hizo”, dice, y por todo lo alto, ya que asistió el Obispo de la diócesis, el Delegado episcopal de Misiones de Oviedo, Pedro Tardón, sacerdotes, comunidades religiosas y muchos otros que no quisieron perderse el momento. Un momento que Antonio Herrero prefiere ver como “una nueva etapa, como un crecimiento», y recordarles a los fieles de la misión que «hubo un momento donde estuvieron los misioneros, y ahora sois vosotros los que tenéis que tomar el relevo de vivir y anunciar el Evangelio”.

No es fácil dejar África, y Antonio Herrero confiesa partir “con el corazón un poco tocado de tanto cariño, haciendo memoria de tantas personas con las que he podido vivir, porque marchar de aquí no es fácil, pero bueno es la fe en Jesús la que nos ha enviado aquí, y Él mismo es quien nos manda marchar. Se mezcla así la alegría con la nostalgia de pensar que probablemente no les volveré a ver”, reconoce.

Durante estos casi 40 años en los que nuestra diócesis ha mantenido una misión en Benín, han pasado por ella nueve sacerdotes asturianos, que vieron nacer nuevas comunidades cristianas donde no había nada. “Son ellos los que empezaron la misión, los que construyeron las iglesias y con los frutos de todo lo que ellos hicieron nosotros hemos ido continuando”, afirma Antonio Herrero. “Hay muchas cosas que quedan empezadas, a nivel de la fe, sobre todo con la fuerza que da la liberación de Jesús para estar unidos y tirar para adelante. Y en estos años además son muchas otras cosas las que se han trabajado: el agua, los pozos, la educación, la sanidad… Ha habido muchos proyectos para ayudar a personas con minusvalías, ataques de epilepsia, todo lo que integralmente necesita una persona para crecer, desarrollarse y salir adelante”.

“Ha sido realmente hermoso ver nacer la Iglesia”, reconoce, y explica cómo “al llegar a la zona de Gamia, preferentemente musulmana, las comunidades nacían pues a lo mejor de un seglar que venía del sur, y empezaba a reunir a algunas personas debajo de un árbol en torno al Evangelio, rezaban juntos, después llamaban al sacerdote para que los visitara, se formaba una comunidad, después construían una pequeña iglesia, y así todo se iba desarrollando y tú podías ser testigo de cómo aquellas pequeñas semillas iban dando frutos y es una gran alegría”.

Ahora llega una “nueva etapa”, como él mismo describe, y por el momento, es consciente de que habrá que adaptarse a una «nueva realidad», para lo que prefiere primero “abrir los ojos, escuchar a la gente y ver con humildad qué servicio puedo ofrecer. Así, con confianza en el Señor, cumplir con los que nos pide la Iglesia. No ir con ideas programadas, sino primero observar y ver cómo puedo hacer esa labor y hacerla con alegría”.

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