En el punto de mira de los narcos
- On 14 de abril de 2023
OMPRESS-MÉXICO (14-04-23) Muchos sacerdotes y religiosas están en la mira de los narcos mexicanos que tienen sometidas regiones enteras de México. Los asesinatos se suceden y, a pesar de las condenas del Papa Francisco, siguen afrontando constantes amenazas por su defensa de los marginados. Es lo que explica la revista de las Obras Misionales Pontificias de Italia, “Popoli e Missione”, en su último número. La violencia de los narcos en México ha alcanzado niveles récord y apunta cada vez más a los sacerdotes de la Iglesia Católica. Desde el verano pasado la Conferencia Episcopal Mexicana ha invitado a todas las parroquias a que expongan las fotos de las religiosas y sacerdotes asesinados. Una iniciativa nacida tras la muerte violenta de dos jesuitas, el 20 de junio de 2022, en el interior de la Iglesia de Cerocahui, un pueblo de la Sierra Tarahumara, en el Estado de Chihuahua, México, acribillados a tiros por el cacique local José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, fugitivo y terror de toda la región.
Es una tragedia recurrente en México, donde ya suman una docena de sacerdotes asesinados bajo la presidencia de López Obrador, Amlo como todos lo llaman. A pesar de la condena del Papa Francisco, la situación no ha mejorado y los cárteles siguen actuando con una impunidad que se ha convertido en “rutinaria”, explican desde “Popoli e Misione”. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha pedido al gobierno mexicano que proteja a los siete jesuitas, tres religiosas y un líder comunitario que resisten en Cerocahui, a pesar de las amenazas de los grupos delictivos organizados. La inseguridad reina en la zona y continúan las extorsiones, amenazas, secuestros, ocupación de tierras y tala ilegal por parte de los narcos, como siguen denunciando los jesuitas, arriesgando la vida.
“Han sido tantos años bajo el crimen organizado, que la gente ha hecho del miedo parte de su vida, es una situación muy triste. Y el hecho de que asesinaran a nuestros sacerdotes en el altar de la iglesia, un espacio que siempre ha servido de refugio, es una imagen muy fuerte: también están atacando un lugar que la comunidad consideraba seguro”, explicaba Jorge Atilano González Candia, asistente del provincial para las obras sociales de los jesuitas en México. En realidad, tras el doble asesinato del año pasado, la inseguridad ha aumentado y la Sierra Tarahumara y los jesuitas que quedan están “extremadamente indefensos y vulnerables” porque las amenazas han aumentado exponencialmente. De hecho, los narcos vigilan a los miembros de la comunidad de Cerocahui y les han advertido que, si daban alguna información sobre el refugio de “el Chueco”, “los matarían como a perros”, dijo el sacerdote Javier Ávila, presidente de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos de Chihuahua.
El padre José Francisco Méndez Alcaraz, portavoz de los jesuitas en México, conocía muy bien a los dos jesuitas asesinados. Según él, la principal causa de tanta violencia en el país es la pobreza: “Muchos jóvenes ingresan al narcotráfico porque dicen que prefieren tener una vida corta pero en la que puedan tener algo que ofrecer a sus madres, sobre todo construirles un hogar digno”. Luego está la “narrativa” amplificada por los medios. “Aquí en México”, explica el jesuita a “Popoli e Missione”, “el cine y la televisión enfatizan el poder que se basa en las armas, que da riqueza económica incluso a adolescentes, un poder capaz de conquistar a muchas mujeres. Una comunicación deletérea que ofrece estos modelos de héroes, como en las series de Netflix ‘Narcos’ o ‘La reina del sur’”.
Otra causa de la violencia puesta de relieve por el padre Méndez es la desintegración de la estructura social. “Nos damos cuenta cada vez más de que las personas y las familias están más encerradas en sí mismas. En México en el pasado había mucha solidaridad entre familiares, entre vecinos, había un tejido social fuerte. El sentido de comunidad estaba enraizado en la tradición católica de vecindad solidaria. Cuando alguien escuchaba llorar a un niño o a un adulto, los vecinos venían a ver qué estaba pasando. Ahora ya no lo hacen, tienen miedo y no quieren involucrarse”.
La Sierra Tarahumara es un paisaje muy hermoso, con un espléndido bosque de coníferas, con muchas quebradas, cuestas, montañas, valles y algunos ríos. La violencia aquí está ligada principalmente al narcotráfico pero también a las minas. “Hay grandes empresas mineras en la zona, mexicanas y canadienses. Y luego está el cultivo de marihuana en desniveles, ideal porque está casi escondido”, explica el religioso. Los “rarámuri” que habitan en esta región son un pueblo que vive con sencillez.
Hoy en México la Compañía de Jesús, que cuenta con 246 jesuitas distribuidos en 14 Estados, está ayudando a la gente de la Sierra Tarahumara a desarrollarse: “Tenemos internados para niños rarámuri, una clínica y un hospital. Luego nos ocupamos de la educación, profesional pero también religiosa, con valores cristianos y humanos”. A nivel nacional, “la Iglesia se está movilizando para que algunos sectores del país piensen más en la comunidad, en el bien común, en la doctrina social de la Iglesia. Los jesuitas también tienen un proyecto de reconstrucción del tejido social y en los lugares donde se ha aplicado esta metodología la experiencia ha sido positiva.
Tarahumara es la única diócesis de México considerada territorio de misión. Se creó en 1950, confiándosela entonces a la Compañía de Jesús. Posteriormente se incorporaron a esta misión la congregación, de fundación mexicana, Misioneros de la Natividad de María, a la que pertenecen los últimos dos obispos que han regido esta diócesis.