Apoyando a los niños en el país más pobre del mundo
- On 14 de diciembre de 2022
OMPRESS-BURUNDI (14-12-22) Burundi es un pequeño país sin salida al mar en la región africana de los Grandes Lagos. Según su PIB per cápita, 270 dólares, es el país más pobre del mundo. Son muchos los factores que contribuyen a la riqueza de una nación: sus recursos naturales, su sistema educativo, la estabilidad política o la deuda nacional.
Es en este contexto donde vive Laumy Luncha Alda Igiraneza, una chica burundesa de 18 años. Desde pequeña, Laumy ha estado participando en las actividades que organiza la Infancia Misionera, conocida en Burundi, con su antiguo nombre, el de Santa Infancia. Hoy ya lidera un grupo de Infancia Misionera en su parroquia. En Burundi hay nada menos que 336 animadores que acompañan a unos 256.000 niños en las 228 parroquias que tiene Burundi. En estos años con Infancia Misionera, explica Laumy, “me volví consciente de mi dignidad humana, me volví segura de mí misma, consciente del amor de Dios por mí y por todo su pueblo”. Y en un país marcado por la pobreza generalizada, la corrupción, la inestabilidad, el autoritarismo y el analfabetismo, Laumy también aprendió que no basta con trabajar duro para superarse a uno mismo. “Infancia Misionera me enseñó a no unirme a las personas que se comportan mal, pero que tampoco es correcto dejarlas atrás”, añade. “Por el contrario, estamos llamados a guiarlos en el cambio, ver cómo podemos ayudarlos a ver los errores en su camino y llevar una vida de acuerdo con el plan de Dios para nosotros, uniéndonos como comunidad, y orando por quienes se comportan mal, para que se conviertan, porque Dios no puede decir que no a la oración de los niños”.
El padre Salvator Ngendabanyikwa ha estado coordinando las Obras Misionales Pontificias y la Infancia Misionera de Burundi durante los últimos nueve años, y no puede dejar de conmoverse por las palabras de Laumy. Es consciente que si el cuarto de millón de niños que actualmente participan en las actividades de Infancia Misionera termina pensando igual que ella, mucho cambiaría en la sociedad burundesa.
La Infancia Misionera llegó a Burundi hace 50 años, y ha buscado dar un nuevo impulso a las misas de niños, a las reuniones de oración semanales, en las que se familiarizan con la idea de ser misioneros en sus pueblos, escuelas y hogares. Además este año 2022, la colecta anual durante el mes de enero para las Misiones del Papa, las Obras Misionales Pontificias, ha sido un verdadero récord. Convertidos a euros los 300 millones de francos burundeses, 137.392,25 euros, pueden parecer una gota en el océano, a la hora de ayudar a los 1.117 territorios de misión que hay en el mundo. Pero considerando la población y los escasos 270 dólares per cápita del país, es un verdadero milagro, y una clara evidencia, como dice el padre Salvador, de que “cuando la economía está mal, crece el amor y la generosidad”. “Los niños puedan vivir la fe, ser misioneros”, explica. “Y cuando los padres ven el impacto que tenemos en la vida de sus hijos, quieren que otros niños alrededor del mundo también se encuentren con Cristo, y están contentos por ayudar al Papa Francisco en esta misión, a través de Infancia Misionera”.
Según el padre Salvator, la Santa Infancia tiene un impacto visible en la vida de los niños, ayudándolos a crecer en su fe y dándoles el coraje de mantenerse firmes ante tantas tentaciones que tendrán que afrontar en sus vidas. Queen Tabitha Igiraneza, de 13 años, cuenta que ha participado en las actividades de Infancia Misionera desde antes de hacer su Primera Comunión. Recuerda que “era tímida, incapaz de hablar con personas que no conocía, y mucho menos en público. Hoy leo durante la Misa e invito a otros a orar conmigo, aconsejándoles que pongan sus preocupaciones y desafíos en las manos de Dios”.