Gizo, una diócesis en medio de las aguas
- On 1 de diciembre de 2022
OMPRESS-ISLAS SALOMÓN (1-12-22) La diócesis de Gizo, una de las tres diócesis de las Islas Salomón, ha dado las gracias a las Obras Misionales Pontificias de España por las ayudas recibidas este último año. Una diócesis extensa pero poco poblada, en donde hay 17.000 católicos, con ocho parroquias y una veintena de sacerdotes y 19 religiosas. Hay tres grandes islas e innumerables islotes, con la mayoría de la población establecida en pequeños pueblos costeros, a los que solo se puede acceder en canoas a motor. Como explicaba su obispo, el misionero salesiano Luciano Capelli, la diócesis se delimita por coordenadas. 6 a 9 grados de latitud sur y 156 y 160 grados de longitud este. Un trapecio de 300 kilómetros cuadrados en el que las aguas del Pacífico ocupan la mayor parte.
La diócesis de Gizo ha dado las gracias a las Obras Misionales Pontificias de España porque, desde Roma, se le asignó a nuestro país el envío de las ayudas a esta diócesis. Con una delicadeza y transparencia exquisitas, desde la diócesis han hecho llegar sus “cuentas”, incluso el cambio a la moneda local, el dólar de las Islas Salomón, desglosando el uso de los 85.000 euros que han recibido. Los gastos del seminario, de la construcción de una iglesia y mantenimiento de los sacerdotes y las hermanas son las partidas más importantes. Se trata de apoyar a quienes de verdad son los protagonistas de la evangelización en esta remota zona del Pacífico, los sacerdotes y religiosas autóctonos, las misioneras y misioneros. Muchos de ellos se dedican a la educación, porque en este campo, la Iglesia siempre ha sido la verdadera protagonista, sobre todo con tres grandes colegios que acogen a chicas y chicos de todas las islas.
En años pasados las Obras Misionales Pontificias con la campaña del Domund enviaba ayudas extraordinarias para embarcaciones. Gracias a Dios el “Galilea”, el barco de la diócesis, no parece dar problemas. Es un viejo barco pesquero, que se actualizó en el 2015, aunque se construyó en 1964. Su motor, aseguran desde la diócesis, está en buenas condiciones y funciona como un reloj. El “Galilea” no es muy rápido: va a unos 7 nudos, unos 12 kilómetros por hora; pero él es el que acerca a los catequistas, las hermanas, los sacerdotes y el obispo a los diseminados católicos de Gizo. Con él, la frase de Jesús en el lago de “Galilea” se hace realidad cada día: “vamos a la otra orilla”. Casi un mandato misionero.