Vivir como Charles de Foucauld
- On 15 de noviembre de 2022
OMPRESS-ARGELIA (15-11-22) Sacerdote de la diócesis de Lyon, Michel Guillaud llegó en 2006 a la diócesis de Constantina, Argelia. Después de siete años en Batna, en la región de Orés, en las montañas del Atlas, fue enviado a Constantina y Skikda. Desde 2014 es vicario general de su diócesis y desde 2015 secretario de la Conferencia Episcopal del Norte de África. En este testimonio cuenta cómo es ser un sacerdote Fidei Donum en un país de mayoría musulmana:
“Los cristianos representan menos del 1% de la población de Argelia y están dispersos en los 2,5 millones de km² del territorio argelino. En el transcurso de un día, aquellos que llaman a mi puerta o con los que me encuentro son por ello en su mayoría musulmanes. Con ellos soy interpelado a una existencia coherente con la fe que profeso; estoy al servicio de su crecimiento humano y espiritual; también soy testigo de los frutos del Espíritu en sus vidas y esto nutre mi oración. Mi misión con ellos es básicamente la misma que con cualquier otra persona, incluso si no identifican ni celebran al dios trino como la fuente de su vida.
Como sacerdote, puede suceder que viva toda la semana sin encontrarme con ningún cristiano, y solo tenga un puñado de cristianos en la misa dominical, que generalmente se lleva a cabo el viernes, el día libre semanal. Como extranjero, tengo que hacer un gran esfuerzo para encontrarme con el otro, para hablar su idioma (si no, solo conocería a gente mayor o a gente rica).
Excepcionalmente, uno u otro puede pedir convertirse en cristiano. Lo recibo con alegría para caminar juntos, sin augurar el final que tendrá su camino, tan grandes son las dificultades en la vida social para quienes hacen tal elección, aunque las autoridades del país no lo impidan.
La Iglesia acaba de celebrar, el 15 de mayo de 2022, la canonización de Carlos de Foucauld, que vivió la mayor parte de su vida como sacerdote en Argelia. Si bien era un verdadero hombre de oración y generosidad, este hombre de la nobleza francesa y de formación militar estaba profundamente imbuido del espíritu colonial; apenas distinguió la civilización francesa del Evangelio, aunque fue lúcido acerca de las faltas de sus embajadores. Hubiera sido totalmente anacrónico y escandaloso canonizarlo si no hubiera conocido una transformación decisiva cuando en 1908, al borde de la muerte por el cansancio y el escorbuto, fue salvado por los tuaregs que se movilizaron para buscar por toda la región con lo que recobrara sus fuerzas. Entonces se da cuenta de que su misión no es ante todo educarlos, ‘civilizarlos’ y hacerlos cristianos, sino que el Espíritu le ha precedido, que es ante todo estar atento a ellos, dar gracias por esto y vivir el Evangelio con ellos. El Espíritu hará lo que debe hacer. Así murió Charles de Foucauld en 1916, sin un compañero en su misión, y sin haber bautizado a un solo tuareg. Pero tendrá una magnífica posteridad espiritual y marcará profundamente a la Iglesia del siglo XX. Más de veinte grupos o congregaciones forman parte de su espiritualidad. Si hubiera muerto en 1908, nunca habría sido canonizado. Su segunda conversión, la de 1908, está por el contrario en el origen de un nuevo ‘paradigma misionero’, que no piensa en la misión como una expansión numérica, sino ante todo como una aportación al otro de algo que no tiene, como un descubrimiento con él de que ‘el reino de Dios está cerca’ (Mc 1, 15).
La canonización de Carlos de Foucauld confirma, valida lo vivido por la Iglesia de Argelia desde la independencia, y la vida misionera de los 19 beatificados en Orán en diciembre de 2018, el obispo Pierre Claverie y sus compañeros mártires de los años 1994-96. Y los pocos argelinos que se hacen cristianos, llevados a nosotros por una llamada interior cuando no nos conocían, a los que acogemos pero a los que nosotros no hemos llamado, confirman que el Espíritu está haciendo su obra, su parte”.