Valientes de lejos y de cerca

Valientes de lejos y de cerca

  • On 18 de octubre de 2017

A poco que nos descuidemos, la admiración que sentimos por los misioneros —y que tantas veces nos mueve a ayudarles— se puede convertir en una trampa. Es lo que ocurre cuando levantamos una barrera entre ellos, los misioneros, “los valientes”, y nosotros, “los que no lo somos” y, por tanto, “no servimos” para evangelizar.

Es cierto que hace falta valor para dar el salto a la misión. Es cierto que los misioneros afrontan situaciones duras e incluso arriesgadas, y que para eso se necesita coraje y perseverancia. Pero los misioneros no son valientes porque se den la valentía a ellos mismos, sino porque dicen “sí” a la valentía que les da el Espíritu de Dios.

El Apóstol, modelo de misioneros, lo decía en una de sus cartas: “Yo, Pablo…, tan cobarde de cerca y tan valiente de lejos…” (2 Cor 10,1). Y lo contaba hace poco, en un encuentro, un misionero de Ciudad Real en la República Democrática del Congo: él, que había sido un niño apocado y un joven dócil, alguien que no se reconocía ningún rasgo de arrojo especial, se había encontrado a sí mismo en la misión presentándose delante de hombres armados para dar la cara por los suyos, por “su” gente.

No podemos evitarlo, nos impresionan esos hombres y mujeres que entregan la vida en el día a día de la misión, pero ellos saben que son personas corrientes y que el que actúa es el Señor. Como reconocen con gusto, es Él quien les da el valor que no tienen para afrontar incluso situaciones límite. Porque la auténtica valentía de los misioneros es fiarse de un Dios que puede servirse hasta de unos gallinas como cualquiera de nosotros.

Rafael Santos
Director revista Illuminare

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