La pequeña Djamila

  • On 20 de junio de 2022

OMPRESS-NÍGER (20-06-22) Nuevamente el misionero Rafael Marco, de la Sociedad de Misiones Africanas, Rafael Marco, comparte un mensaje, esta vez de uno de sus compañeros en su misión de Dosso, en Níger, Dieudonné, y que cuenta una experiencia de una niña invidente.

“Djamila es la más pequeña de los alumnos de la escuela inclusiva de Dosso, pero también la más alegre y simpática, que te alegra la mañana como unas castañuelas. Cuando empezamos a ocuparnos de los niños invidentes de la escuela ella no formaba parte del grupo, la conocimos más tarde, en casa de una maestra, también invidente que se ocupaba de otros dos niños en la misma situación. Al visitar su familia, su abuela la llamó y me sorprendió verla caminar bien erguida, sin titubeos, evitando todos los obstáculos que se encontraban en su camino; me dio la impresión de que era una niña normal y que seguramente me había equivocado de casa o de familia. La abuela de Djamila le dijo que me saludase y ella se acercó a mí y cuando la tomé en brazos me di cuenta de su anomalía. Era una niña completamente ciega.

Al contemplarla me embargaban dos sensaciones: de admiración por la forma tan decidida de moverse de la niña como cualquier otra niña de su edad y de pena porque es una niña preciosa en semejante estado. La madre nos informó de que ya había nacido así, completamente invidente Y añadió: Si Dios lo ha querido así ¿qué podemos hacer contra su voluntad?

Djamila es una pura sonrisa, al principio apenas si abría la boca y cuando alguien le decía o preguntaba algo ella se contentaba con sonreír. En la comida de mediodía, tomaba su plato y se iba a un rincón de la sala para aislarse del resto, encerrada en sus meditaciones. Fue tanti Zara, la señora que les hace la cocina, la que le ayudó a cambiar su comportamiento, la sentaba sobre su regazo y le daba de comer como a un pajarito susurrándole historias o tarareándole canciones antiguas, en fin, que la cubría de cariño y de ternura hasta que Djamila no tuvo más remedio que cambiar y convertirse en una caja de música y en una charlatana. El cariño hace milagros. Hoy Djamila se encuentra muy a gusto entre sus compañeros derrochando siempre un humor excelente y creando un ambiente distendido entre todos. Ayer, cuando llegué a la escuela y escuchó mi voz enseguida me llamó: Señor, señor. Bienvenido… coreado por todos sus compañeros.

Es verdad que hace falta paciencia para acompañar y ayudar a estos niños a recuperar la sonrisa y la confianza que la mayor parte de ellos han perdido por el trato recibido de la sociedad y hasta de la propia familia, pero en cuanto sienten el interés, la cercanía y el afecto de cualquier persona se abren como una flor y su rostro se ilumina como un sol de mediodía. Es lo que intentamos hacer cada día que Dios nos da con estos niños que hace dos meses desconocíamos y que hoy, en cuanto nos oyen y nos llaman nos alegran la jornada”.

 

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