Una comunidad misionera que es una acción de gracias
- On 1 de junio de 2022
OMPRESS-MENORCA (1-06-22) Una comunidad de religiosas en Ciudadela, Menorca, llegadas de tierras lejanas, expresa el agradecimiento a su fundador y a la isla que acogió a las primeras comunidades de lo que acabarían siendo dos congregaciones las Carmelitas Misioneras y las Carmelitas Misioneras Teresianas.
El carmelita descalzo Francisco Palau y Quer, hoy beato, tuvo en Menorca la inspiración de fundar comunidades que llevaran la profunda espiritualidad del Carmelo a las calles de los pueblos y ciudades del mundo. Se combinaba la herencia del Carmelo Teresiano con un gran impulso misionero, volcado en la educación de la juventud, la asistencia espiritual y la pastoral sanitaria. El padre Palau, director espiritual en el seminario de Barcelona, había sido desterrado a Baleares por su labor social entre las clases trabajadoras. En 1860 fue a Menorca a dirigir una novena en la Catedral, allí en oración en la capilla del Santísimo recibió la luz de su carisma fundacional. Las primeras Carmelitas Misioneras residen en casas muy pobres de Ciudadela. De allí pasarían a Fornells un pequeño pueblo donde tuvieron una casa durante muchos años. Según cuentan ellas mismas, las hermanas acudían al puerto pesquero para ayudar a descargar y para remendar las redes, como una manera de ganarse la vida, mientras se dedicaban a la enseñanza y al cuidado de los enfermos.
Desgraciadamente con el tiempo aquellas comunidades se fueron cerrando mientras las Carmelitas Misioneras llegaban a casi 40 países con más de 200 comunidades. Pero en un reciente capítulo general de la congregación las Carmelitas Misioneras decidieron que, como agradecimiento y vuelta a sus orígenes, deberían tener una comunidad en Menorca. Fue así como se volvió a abrir en la calle Maó, 16, de Ciudadela, la casa en la que vivieron desde 1899 aquellas primeras comunidades. La nueva comunidad la forman tres carmelitas misioneras, Vilma, Caterina y Emiliana, llegadas desde la India, Malaui e Indonesia, respectivamente. Siguen de cerca el grupo del Carmelo Misionero Seglar que nunca apagó la llama y colaboran en la pastoral diocesana en parroquias, en la Delegación de Misiones, en la formación de catequistas, en la pastoral vocacional, visitan enfermos, llevan adelante talleres misioneros y, con su sola presencia, abren la Iglesia en Menorca a la misión.