Celebrando la misión diocesana de Málaga en el Orinoco
- On 10 de mayo de 2021
OMPRESS-MÁLAGA (10-05-21) Ayer se celebró en Málaga el día de la Misión Diocesana, una misión que tiene caras y lugares, en concreto las de las cientos de personas de Caicara del Orinoco, en Venezuela, en donde, desde 1986, la Iglesia malagueña tiene una presencia constante y cariñosa.
Hace 64 años que comenzó la colaboración de la diócesis de Málaga con Venezuela, atendiendo a la llamada que hizo el entonces obispo de Málaga, Mons. Ángel Herrera Oria. Desde 1954 hasta 1986, los obispos de Málaga enviaron sacerdotes a las diócesis de Ciudad Bolívar, Cumaná, Maturín y Guanare. En 1986, esta ayuda se reorientó hacia la Misión Diocesana de Caicara del Orinoco (hasta nuestros días), siendo los primeros enviados los sacerdotes José Pulido, Agustín Zambrana y Manuel Lozano.
Manuel Lozano fue uno de los primeros sacerdotes enviados a la Misión Diocesana de Caicara del Orinoco, en 1986. A pesar de las dificultades, ni se plantea abandonar el país, “sería como abandonar a las ovejas cuando se ve venir al lobo”, afirma. Desde la Delegación de Misiones comparten esta entrevista a Manuel, en la que se muestra su compromiso misionero y el de la Iglesia de Málaga.
P: ¿Cómo se vive la actualidad política en la Misión?
En la Misión, la actividad política la vivimos como los venezolanos, con mucho interés, emoción y pasión, a veces con cierto temor y miedo; no ocurre como en otros países que para la mayoría de la población pasa desapercibida, es aburrida, o sencillamente no interesa. Aquí es de lo que más se habla y preocupa a la gente, sea de la tendencia que sea, porque saben que su vida, la de su familia, la de su pueblo y la de su país, depende en gran parte de las decisiones que se tomen en las altas esferas del poder. Hay mucha incertidumbre por lo que puede pasar, y a la vez, mucha esperanza de que todo va a cambiar para bien y habrá justicia, salud, paz, pan y libertad, y que de esta pesadilla se va a salir. Es increíble cómo la gente saca fuerza para superar tantas adversidades. He visto a la gente llorar de alegría cuando les he leído algún comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana o del arzobispo de Ciudad Bolívar, Mons. Ulises Gutiérrez, orientando y denunciando la situación que se vive en el país.
P: Son muchas las imágenes y noticias que llegan hasta nosotros pero seguro que la realidad es mucho mayor. ¿Qué es lo que les provoca más sufrimiento?
Nos duele que los jóvenes tengan que abandonar sus estudios para irse a las minas a trabajar para ayudar a sus familias, arriesgando sus vidas ante la amenaza de ser sepultado por un barranco por la precaria seguridad que existe en el trabajo; o ante la amenaza de contraer el paludismo que está azotando gravemente esta región. En Venezuela casi no se puede vivir, ya que el sueldo base mensual de un venezolano está alrededor de 6 dólares, y con eso solo llega para comprar un pollo y medio, ¿cómo se puede vivir así? Lamentamos también la imposibilidad que tienen de poder conseguir medicamentos en cualquier farmacia. Pero lo que más nos duele son las muertes violentas que se producen constantemente, son cientos de exequias de personas asesinadas las que hemos oficiado en el transcurso de varios años; bandas, ajustes de cuentas, narcotráfico, masacres, mafias, extorsión, secuestros; la vida, por lo visto, tiene poco valor; hay miedo a la denuncia y hay mucha impunidad.
P: ¿Hay signos de esperanza en medio del dolor?
Los hay, porque no todo es malo o negativo. La inmensa mayoría del pueblo es amante de la paz. Un signo de esperanza a nivel eclesial es la toma de conciencia de los fieles de que no pueden quedarse con los brazos cruzados, esperando a que todo se arregle. Además de hacer valer sus derechos como ciudadanos y denunciar las injusticias y la corrupción, como un grave pecado que es abominable ante Dios, los creyentes se solidarizan, comparten sus bienes y su tiempo en tareas solidarias, como las llamadas ollas comunitarias, en las que cada participante lleva un producto y se hace un zancocho exquisito, dando de comer a cientos de personas. La escasez general ha despertado más la sensibilidad para ayudar a los que aún tienen menos y corren el riesgo de la exclusión. Las Cáritas de nuestras parroquias están realizando una extraordinaria y encomiable labor subsidiaria, sobre todo en el plano de salud, proporcionando atención médica gratuita que ha salvado vidas humanas abocadas a morir.
P: ¿Cómo vais a celebrar el Día de la Misión Diocesana en Caicara?
Cada uno lo viviremos en nuestra parroquia, junto a los fieles, celebrando la Eucaristía y alabando a Dios por habernos elegido para tan alta misión. Y también le daremos gracias por la Iglesia de Málaga, su Obispo, su presbiterio y los cristianos de todas sus parroquias, que hacen posible que Málaga tenga un trozo de su corazón a orillas del Orinoco y haya hecho y siga haciendo tanto bien a este maravilloso pueblo de Dios. Cuando terminemos nuestras tareas y nos veamos, lo celebraremos juntos, con una comida especial, como hemos hecho hasta ahora. Me tocará hacer una tortilla española, si encuentro papas y cebollas y nos tomaremos un vinito, si no está muy caro, o un jugo de piña, lechoza, guanábana, mango o cualquier otra fruta sabrosa de por acá, brindando por los que estén leyendo este reportaje y enviando a todos un gran abrazo, desde el corazón.