De las huchas del Domund a la misión “ad gentes” en la India
- On 16 de febrero de 2021
OMPRESS-INDIA (16-02-21) La misionera madrileña María Luisa Alvarez escribe desde Nagamalai, Tamil Nadu, India. Religiosa de las Esclavas del Amor Misericordioso. La misionera agradece la felicitación de cumpleaños recibida desde las OMP y habla de su vocación y de su misión.
“Hace días recibí vuestra atenta felicitación por mi cumpleaños. Muchísimas gracias. Fue una sorpresa que me llenó de gozo porque experimenté, una vez más, qué grande es la Iglesia que de alguna manera se cuida, en este caso, de los misioneros. Efectivamente en España, y concretamente en Madrid donde he nacido y vivido, fui bautizada y ahí maduró, en parte, la semilla de mi vida cristiana y mi vocación misionera.
Yo pertenezco a ese bullicioso grupo de adolescentes que hace años en la celebración del Domund salíamos con nuestras huchas para recibir ayudas para las misiones. Yo fui también una que recogía sellos, los preparaba y luego se llevaban, exactamente no sé dónde, pero eran para las misiones. Quién me iba a decir a mí que, más tarde, iba a terminar gastando y desgastando mi vida en lo que llamamos misión “ad gentes” y en concreto en la India… Los caminos de Dios son siempre maravillosos y algo misteriosos…
En la India llevo sólo 13 años; aquí llegué apenas cumplí los 65, edad de la jubilación… ¡Pues qué interesante jubilación! ¿Descansar? Para nada: ¡hala! ¡Nuevo servicio para lo que te quede de vida…! La verdad es que estoy súper convencida que todo es misión si se realiza con Jesús y por Jesús, con amor y por amor…
Gracias a Dios tengo buena salud en todos los sentidos… Desde que aterricé en la India: he estado cinco años en Kerala, el resto aquí, en Tamil Nadu, cerca de la ciudad de Madurai, mi servicio-misión ha sido y es, ocuparme de la formación de jóvenes novicias y junioras que quieren consagrar su vida a Dios en nuestra Congregación de Esclavas del Amor Misericordioso. Una misión que me apasiona y en la que estoy continuamente aprendiendo algo. La verdad que rodeada de personas jóvenes, no me dejan envejecer porque nadie me da la edad que tengo… Mi familia me suele decir: ¡hay que ver qué bien te trata tu ‘marido’!
Tenemos bastante contacto con la gente. Vivimos en una casa de dos pisos alquilada; una casa muy sencilla, sin comodidades pero con lo necesario; afortunadamente no nos suele faltar el agua, algo tan necesario en este clima tan caluroso. Estamos rodeadas de vecinos, derecha, izquierda y enfrente, todos de religión hindú… Con ellos tenemos un trato cordial y de respeto; nos suelen decir que no entienden nuestra vida pero admiran nuestra alegría, nuestro vivir juntas; notamos que evitan poner en marcha motores o televisión cuando saben que es nuestro horario de oración. Si necesitamos algo no dudamos en pedirles su ayuda y ellos hacen otro tanto con nosotras.
Con lo que quizá más disfrutamos es con los niños que vienen a jugar con nosotras, a compartir nuestra merienda, que cada vez que pasan delante de nuestra casa nos llaman y, claro, esperan algún chocolate o caramelos… ellos a cambio nos dan su sonrisa, su vitalidad y la alegría de niños que se sienten acogidos y queridos.
De momento supongo es suficiente lo que os cuento. Qué maravilla y cuánto anima saber que somos la Iglesia de Jesús y que todos unidos, con la Reina de las misiones, la protección del silencioso y trabajador San José y con todos los Santos fundadores de nuestras Congregaciones, seguimos caminando, intentando ser luz y sal donde quiera nos hallemos. Gracias y un fuerte abrazo”.