El rostro misionero de la Iglesia en el documento preparatorio del sínodo para la Amazonía

El rostro misionero de la Iglesia en el documento preparatorio del sínodo para la Amazonía

  • On 18 de junio de 2019

OMPRESS-ROMA (18-06-19) Ayer se hacía público el Instrumentum Laboris (Documento de Trabajo) que servirá de base para las reflexiones y debates del Sínodo de los Obispos del 6 al 27 de octubre en Roma. Un sínodo, que coincidiendo con el Mes Misionero Extraordinario, se centra en el rostro misionero de la Iglesia en la Amazonía.

Este documento preparatorio se divide en tres grandes partes. La primera, “la voz de la Amazonía”, recorre la vida, el territorio y el tiempo para llegar al diálogo. La segunda, “la ecología integral: el clamor de la tierra y de los pobres”, toca temas como la destrucción extractivista, las amenazas y la protección de los pueblos indígenas, la familia y la comunidad, la corrupción o la conversión ecológica. El tercero, “Iglesia profética en la Amazonía: desafíos y esperanza”, habla de la Iglesia con rostro amazónico y misionero, los desafíos de la inculturación y la interculturalidad, la organización de las comunidades, entre otros temas, y, sobre todo, del rol profético de la Iglesia y la promoción humana integral.

En este documento de trabajo, de 147 números, se recuerda cómo “la evangelización en América Latina fue un don de la Providencia que llama a todos a la salvación en Cristo”, dice el número 6. “A pesar de la colonización militar, política y cultural, y más allá de la avaricia y la ambición de los colonizadores, hubo muchos misioneros que entregaron su vida para transmitir el Evangelio. El sentido misional no sólo inspiró la formación de comunidades cristianas, sino también una legislación como las Leyes de Indias que protegían la dignidad de los indígenas contra los atropellos de sus pueblos y territorios. Tales abusos produjeron heridas en las comunidades y opacaron el mensaje de la Buena Nueva; frecuentemente el anuncio de Cristo se realizó en connivencia con los poderes que explotaban los recursos y oprimían a las poblaciones”.

Por eso, “la construcción de una Iglesia misionera con rostro local significa avanzar en la edificación de una Iglesia inculturada, que sabe trabajar y articularse (como los ríos en el Amazonas) con lo culturalmente disponible, en todos sus campos de actuación y presencia. «Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios», encarnado «en los pueblos de la tierra» y en sus culturas”.

“La Iglesia”, recoge el número 116 del documento, “desde hace siglos intenta compartir el Evangelio con los pueblos amazónicos, muchos de los cuales integran la comunidad eclesial. Misioneros y misioneras tienen una historia de profunda relación con esta región. Dejaron profundas huellas en el alma del pueblo católico de la Amazonía. La Iglesia ha recorrido un largo camino que debe ser profundizado y actualizado hasta poder llegar a ser una Iglesia con rostro indígena y amazónico”.

Las sugerencias del número 146 avanzan lo que podrían ser los ejes del próximo sínodo, a nivel de actuación: asumir la denuncia contra modelos extractivistas que dañan el territorio y violan los derechos de las comunidades; aliarse a los movimientos sociales de base, para anunciar proféticamente una agenda de justicia agraria; promover la formación, defensa y exigibilidad de los derechos humanos de los pueblos de la Amazonía; escuchar el grito de la “Madre Tierra” agredida y gravemente herida; promover la dignidad e igualdad de la mujer en la esfera pública, privada y eclesial; promover una nueva conciencia ecológica…

“Ser Iglesia en la Amazonía de modo realista”, añadía un poco antes, “significa plantear proféticamente el problema del poder, porque en esta región la gente no tiene posibilidad de hacer valer sus derechos frente a grandes corporaciones económicas e instituciones políticas. Hoy en día, cuestionar el poder en la defensa del territorio y de los derechos humanos es arriesgar la vida, abriendo un camino de cruz y martirio. El número de mártires en la Amazonía es alarmante (Ej. sólo en Brasil entre 2003 y 2017 se registraron 1.119 indígenas asesinados por defender sus territorios). La Iglesia no puede ser indiferente, por el contrario ha de apoyar a la protección de las/los defensores de derechos humanos, y hacer memoria de sus mártires, entre ellas mujeres líderes como la Hna Dorothy Stang”.

 

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