Semana Santa en Venezuela, entre la esperanza y la oscuridad
- On 7 de mayo de 2019
OMPRESS-VENEZUELA (07-05-19) El misionero dominico leonés, Benjamín García Fernández, envía una extensa crónica de la Semana Santa en Aguas Calientes, Venezuela, una zona del municipio de Ureña, cerca de la frontera con Colombia. Recuerda el padre Benjamín que “en Venezuela hay ríos formidables, lagos y lagunas repletas de pescados, nos rodea el mar, hay alturas de cinco mil metros y llanuras interminables, regiones cálidas y frescas. Los gobiernos anteriores sembraron el país de represas y turbinas. En estos días que vivimos, Venezuela regala petróleo y negocia toneladas de oro, de coltán y otros minerales costosísimos, sin que los gobernantes den razón de todo este dineral. Es la Venezuela insólita y desconcertante. La que está preocupando al mundo entero. El Papa Francisco le recordó al mundo la tragedia que se sufre en Nicaragua y en Venezuela”.
El 10 de abril cuenta que llevaban ya 48 horas sin luz: “Llevamos un mes entero de apagón nacional. La frontera que tengo de frente era la más viva y activa de América Latina, por motivos comerciales y laborales. Ahora lleva unos años cerrada. Y eso que miles de venezolanos van todos los días a Cúcuta-Colombia a buscar o mendigar comida y medicinas. Los puentes están cerrados, la gente tiene que pasar por las trochas, pagando comisiones a malandros y a los cuerpos armados. Cada grupo o institución busca la forma de ganar dinero, no importa si es ilegal o criminal. En pocos años se han ido del país tres millones y medio de personas”.
El misionero llegó a Aguas Calientes, a la Residencia y Colegio de las Hermanas Dominicas y para colaborar con el párroco de Ureña. Les toca atender a él y a una hermana dominica “la zona más lejana: Las Cumbres. Está a más de una hora de distancia. El camino está casi impracticable. Limita con Colombia y varios Municipios de Venezuela. Es zona “delicada”: paso obligado de guerrilleros, negocio de droga, de carros y otros objetos robados. Allí nos encontramos con un piquete de 40 soldados armados hasta los dientes”. En esa comunidad celebraron el Domingo de Ramos, el Jueves Santo y la Vigilia Pascual.
“No les es fácil a los clérigos desenvolverse en estas zonas”, dice el padre Benjamín. “Nos contaba un sacerdote que al propio obispo le ha sucedido lo que parece increíble. Mientras se revestía en la sacristía del templo para decir la misa, se le acerca un señor de corbata y con mucha reverencia le susurraba en voz queda: ya sabe, Monseñor, diga a la gente que rece el rosario y sea buena. Es lenguaje cifrado. Se le está advirtiendo que le escuchaban guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares y otras faunas de malandros peligrosos. Es obligado moderar el lenguaje y es expuesto denunciar la realidad. Mons. Mario Moronta, nuestro obispo, conoce bien la problemática fronteriza y ha sido valiente hasta el límite. La carta pública que dirigió al sr. Nicolás Maduro -no le llamó presidente- pudo estar firmada por los antiguos profetas Isaías o Jeremías. O sea, que en la frontera actual hay que usar zapatos de plomo para que los irregulares aludidos no le caigan al clérigo a plomo vivo”.
Antes de amanecer el Viernes Santo, escribe el misionero, “el aparato de radio recordaba viejas canciones de contenido cristiano: Vivirás en el recuerdo; Será la última canción que entonarán por ti; Irás en la multitud de hermanos que caminan despidiéndose; Encontrarás la alegría más allá de las estrellas”… Aunque la hora era intempestiva, las cancioncitas me recordaron la edad que tengo. ¡Qué difícil será volver a vivir emociones tan hondas como las que el Buen Dios me ha regalado hasta ahora! Estas experiencias nunca se merecen, son regalos”.
Cuenta que fue fácil reflexionar en voz alta sobre la muerte de Cristo teniendo delante los cadáveres de dos vecinos jóvenes asesinados tres días antes en un ajuste de cuentas: “Fue más difícil dar esperanza al público aterrorizado por la noticia que llegaba en ese momento por los celulares: se han encontrado los cuerpos degollados y descuartizados de dos mujeres no identificadas, a pocos metros del río. Están muriendo a diario niños por desnutrición. Están muriendo por docenas adultos que no pueden seguir la diálisis ni los tratamientos de quimioterapia. En los países ricos la gente muere en los hospitales. Las funerarias maquillan los cadáveres porque el ciudadano común se asusta ante el deterioro que causan la ancianidad y la muerte. La enfermedad grave y la muerte no son ya parte de la vida familiar. Una mujer deslizó en mi morral unas monedas colombianas ‘para que consuele tanto dolor como sufrimos ahora, lo doy por gratitud’”.
En la Residencia de las Hermanas iniciaron la celebración de la Vigilia Pascual a las seis de la tarde, previendo que se fuera la luz. “No nos equivocamos. Sin luz y sin sonido… La oscuridad crea cierto sentido de fraternidad. Sor Alix cantó el pregón pascual con la entonación peregrina propia de la música gregoriana.
El sr. Arturo Méndez, experimentado por la participación de muchas semanas santas, al leer el relato de la creación fue acentuando el estribillo: y vio Dios que todo era bueno”.