La sal de los misioneros: las salinas solidarias de Mozambique

La sal de los misioneros: las salinas solidarias de Mozambique

  • On 6 de septiembre de 2018

OMPRESS-MOZAMBIQUE (6-09-18) Del 27 de agosto al 2 de septiembre ha tenido lugar en Maputo, Mozambique, la FACIM, la feria internacional que reúne a todos los sectores económicos de este país africano. Por quinto año consecutivo los misioneros de la Consolata estuvieron presentes, integrados en las actividades económicas de la provincia de Inhambane, con las salinas de Batanhe, con la sal de las mismas, “Sal del Índico” y “Flor del Índico”. Una oportunidad para mostrar las actividades de los misioneros en apoyo al desarrollo.

Las salinas de Batanhe, al sur de Mozambique, tienen su origen en la iniciativa, hace 50 años, del misionero de la Consolata Amadeu Marchiol. Se trataba de dar a la población local un medio de subsistencia y una actividad económica rentable que permitiera construir obras sociales y pastorales. Hoy aquella iniciativa es una empresa social rentable, que emplea a más de 40 trabajadores, con asistencia y aulas para los mismos. Produce una sal de alta calidad, certificada en análisis de laboratorio y con reconocimiento a nivel nacional e internacional.

Las primeras ganancias de las salinas se invirtieron en una canal de irrigación, que condujo agua del río Save a los terrenos cercanos donde la población pudo plantar arroz, en nada menos que sesenta hectáreas. Aunque el gobierno intentó nacionalizar las salinas, el hecho de estar a nombre del Instituto de Misiones de la Consolata, y no de la Iglesia local, frenó el intento.

En los años ochenta, la guerra civil complicó la situación de los misioneros y perjudicó gravemente la actividad de las salinas. En 1981, el rapto de sacerdotes y hermanas, la inseguridad y la violencia de la guerra, obligaron a los misioneros a dejar la misión de Mambone. Se canceló el contrato de exportación de la sal, por la inseguridad de las carreteras. Un grupo de trabajadores se encargó de que las salinas no dejaran de funcionar, a pesar de las dificultades, y gracias a las visitas secretas del padre Amadeu Marchiol, llevando con un barco en cabotaje alimentos y otros productos y llevándose la sal para comercializarla más al norte. Por fin, en 1992, las salinas retomaron su actividad. Se mejoraron las condiciones de extracción, la limpieza y el empaquetamiento de la sal y se modernizaron las salinas.

En 2013, abre nuevas áreas de negocio y empezó a extraer la Flor de Sal, producto de los primeros cristales de sal que se forman y quedan en la superficie de las salinas. Es una fuente natural de minerales y un producto artesanal, sí, pero también, como dicen los misioneros una “sal de esperanza”, una “sal solidaria”.

 

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