La Iglesia birmana en tiempos del coronavirus

La Iglesia birmana en tiempos del coronavirus

  • On 2 de julio de 2020

OMPRESS-MYANMAR (2-07-20) El misionero Ludovic Mathiou, sacerdote de las Misiones Extranjeras de París, escribe sobre cómo se vive en Birmania la pandemia, entre las medidas implementadas por el gobierno y las iniciativas de solidaridad de la Iglesia.

“A pesar de una larga frontera común y muchos intercambios comerciales con China, Birmania ha estado libre de contaminación durante mucho tiempo. Se citaron varias razones para explicar este fenómeno. Para muchos, los 500.000 bonzos del país, que recitan oraciones diarias por el bien de la comunidad, fueron la protección más segura contra el virus. Para extenderla a todo el país, el 2 de abril, un grupo de sayadaw (jefe de un monasterio budista) sobrevoló el país cantando parittas (oraciones de protección). Otros dijeron que la dieta birmana rica en ajo, cebolla y pimiento evita la transmisión. Para algunos, es el clima del país el que los protegería de la pandemia. Finalmente, con humor, se habla de la mala calidad de los productos fabricados en China, enviados a Birmania, para persuadirse de que el virus no asolaría el país. Pero el 23 de marzo de 2020, esta ilusión de una isla libre de coronavirus se hizo añicos. En Tedim (Estado de Chin) y en Rangún, se identificaron dos casos, seguidos poco después por otros. Todos estos primeros pacientes fueron infectados en el extranjero (en Estados Unidos, Reino Unido, Australia…). El virus se trasladó lentamente al interior del país. El 11 de mayo, el gobierno contó 180 casos y nueve muertes. El estado parece estar manejando bien la epidemia. Sin embargo, como señaló el cardenal Bo, Birmania es “una nación pobre, que carece de los recursos médicos” necesarios en caso de un alto número de enfermos. Además, el Tatmadaw (ejército birmano) sigue luchando contra grupos armados separatistas, especialmente en el estado de Rakhine y en el sur del estado de Chin, donde opera el ejército de Arakan. En total, más de 184,300 personas se ven obligadas a vivir en 128 campamentos en los estados de Kachin, Karen, Shan y Rakhine, sin servicios higiénicos, médicos y sanitarios adecuados. Finalmente, las condiciones de vida de la gran mayoría de birmanos hacen imposible establecer un estricto encierro y el aislamiento de las personas enfermas. Todas estas condiciones hacen que el país sea extremadamente vulnerable y dependiente de la ayuda de sus vecinos para hacer frente a la pandemia.

La pequeña comunidad católica de Birmania ha contribuido al máximo de su capacidad para aliviar el país. A través de los servicios de Karuna Mission Social Solidarity (KMSS), el equivalente en Birmania de Caritas, la Iglesia ha ayudado a las poblaciones más vulnerables mediante la distribución de alimentos, máscaras… Muchas diócesis también se han puesto a disposición del gobierno local para albergar a personas en cuarentena o personal sanitario. Como en todas partes, una de las primeras medidas adoptadas para combatir el virus fue prohibir las reuniones. Esta decisión obligó inicialmente a la Iglesia a cancelar las numerosas actividades planificadas para los jóvenes durante este largo período de vacaciones, y luego a suspender las misas públicas entre semana. Al final, ante la multiplicación de casos de coronavirus, la Iglesia tuvo que prohibir todas las celebraciones públicas, reemplazadas por servicios transmitidos en redes sociales gracias a Radio Veritas Asia. Como valiente pastor, el cardenal Charles Maung Bo, SDB, arzobispo de Rangún y presidente de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia, habló a principios de abril para denunciar ‘las mentiras, la represión y la corrupción de la Partido Comunista Chino’ y pedir a Pekín que se disculpara ‘como mínimo, perdonando las deudas externas de los países más afectados para cubrir los gastos del Covid-19’. Es difícil saber cómo se desarrollará la situación. Espero que para cuando leas esto todo sea un mal recuerdo porque si el Covid-19 golpea a Birmania aún más fuerte, las consecuencias económicas, sociales y políticas, en este año electoral, podrían detener los lentos progresos que han tenido lugar desde 2015”.

 

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