Conoce a Carlos Bobillo, fundador de la ONG ASU: “Soy una persona cambiada por la misión”

  • On 24 de junio de 2025

Carlos Bobillo y un grupo de amigos universitarios y profesionales pusieron en marcha la ONG Asociación Solidaria Universitaria (ASU). Años antes Carlos vivió una experiencia de misión que le cambió la vida. Recuerda que entonces ni siquiera sabía lo que era una experiencia de misión y menos la misión. Empezó una dinámica que le cambió la vida. Como él mismo dice: “Soy una persona cambiada por la misión”.

Carlos habla de esta experiencia y también de la labor que llevan a cabo con ASU en esta entrevista concedida a las Obras Misionales Pontificias. Recuerda que la experiencia tuvo lugar cuando empezaba la carrera. Era ateo, no creía en Dios, y se lo planteó en plan filantrópico y con la idea de ir a ayudar… Como él mismo reconoce, “cada uno tiene su historia, ¿no? Pero ha sido un proceso larguísimo de muchísimos años”. Dios primero le habló en un lenguaje que pudiera entenderle –la solidaridad– y después “me ha ido dando en cada momento lo que lo que yo iba necesitando”. Aquella experiencia la vivió en Burundi: “Simplemente era mi sitio. Es verdad que tiene una particularidad que a mí me ha marcado, pero que a otro quizás no, y es el hecho de que es el país más pobre del mundo, que no deja de ser anecdótico. Y da igual, porque entre pobres pues uno más o menos da igual. Pero como a pesar de ser un país tan pobre desde un punto de vista material, es un país donde la fe se vive de una forma increíble, viva, fe encarnada”. Aquello le impactó: “Es esta gente que no tiene nada y que deberían estar enfadadísimos con Dios. Cómo es posible que tengan a Dios tan presente en su vida.

Todos los que vivieron aquella primera experiencia de misión volvían “con esa sensación de que esto no se puede quedar aquí, tiene que haber algo más”. Se preguntaron: “¿Cómo podemos ponernos al servicio? Somos jóvenes, tenemos tiempo, tenemos ganas, hemos e idealistas”.

Al final nació ASU, Asociación Solidaria Universitaria: “un grupo de personas que ha ido creciendo, obviamente con el tiempo y cada vez haciendo más proyectos y más cosas”. Sus proyectos son respuestas a lo que les van trasladando: “”proyectos de sanidad, centros de salud, maternidad, etc., proyectos de infraestructuras, pozos, placas solares y proyectos también de emprendimiento. Bueno, pequeñas empresas, un poco de todo, no somos especialistas en algo, sino lo que nos van trasladando”.

“A la hora de los proyectos”, cuenta Carlos, “intentamos siempre, que Dios esté en el medio, para no caer en lo material, en la filantropía pura”. Han intentado siempre “que la persona esté en el centro, que es la clave”. Han trabajado con un sacerdote, el padre Apo, un sacerdote burundés que estuvo en España, con el obispo de Ngozi, la zona a la que van, con las Misioneras de la Caridad en la frontera con Ruanda. “Siempre hemos ido de mano de la Iglesia que también eso te da muchas garantías, no solo por lo bueno o la pureza de los proyectos”, sino también porque “si nosotros el día de mañana no estamos aquí o algún año que no hemos podido ir porque ha habido golpe de estado o algo así, el saber que eso va a continuar, que hay una vocación de permanencia”. Porque sabes “que pase lo que pase la Iglesia va a estar ahí”.

En cuanto a los voluntarios, Carlos señala que nunca preguntan si creen o no, o si practican o no. A todos les aclaran que trabajan con misioneras y sacerdotes. Después es bonito, “porque hay mucha gente que a lo mejor está en una etapa de su vida más alejada, o que va por otra razones”, y descubren “una forma de amar y de servir, que a lo mejor no habría descubierto de otra forma, como me pasó a mí”. Cada uno puede pensar de una forma, “pero lo que nos une son las ganas de ayudar y de ir a servir a Burundi”. Carlos vuelve a su caso personal: “Yo fui a Burundi por primera vez como voluntario y a lo mejor ahora voy como misionero. Es un proceso de cada uno” y, al final, “la verdad y la semilla está en tu corazón”. En el fondo “tú vienes porque tienes sed de amar y porque todos estamos llamados a la misión, porque todos estamos llamados a amar y ser amados. Entonces da igual la palabra que le pongas porque, al final, es un tema de nomenclatura”

“Yo creo”, añade “que esa es la riqueza de las experiencias de misión, de que el yo poco a poco va pasando a un segundo plano y que el tú empieza a cobrar protagonismo antes. El salir de ti mismo, el salir de bueno, de tu racionalidad, de tu forma de pensar, de lo que yo creo que es mejor. Y entonces ahí es cuando vas dejando entrar al otro, vas dejando entrar a Cristo y eso es lo que cambia”.

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